-Ya dejen esas flores ahí: ese tipo era tan malo que no se las merece -les dice un hombre de seguridad privada a unas personas que tratan de acomodar en la tumba unos girasoles frescos que se cayeron al suelo.
Estamos en el cementerio El Apogeo, en el sur de Bogotá, y las flores adornaban la lápida que dice "Víctor Julio Suárez Rojas,
Enero 2 de 1951, Septiembre 22 de 2010". Es la tumba de un colombiano más conocido con el alias de 'Jorge Briceño', y aún más conocido como el 'Mono Jojoy'.
El vigilante insiste en que los visitantes se vayan y amenaza con llamar a la Policía. "Les digo que estar aquí tiene orden de captura", exagera (o eso parece), y hace que los chismosos se aparten, apurados, hacia otro lado.
Después de cinco meses de haber sido muerto por el Ejército en la operación 'Sodoma', el cuerpo de 'Jojoy', uno de los jefes más sangrientos de las Farc, fue por fin entregado a su medio hermano Aníbal Peralta, el 22 de febrero pasado, y llevado a este cementerio.
Del día de su entierro ya se supo mucho: que el cadáver salió del Instituto de Medicina Legal en un carro fúnebre escoltado por la Policía; que en el cementerio, rodeados de periodistas y curiosos, cuatro sepultureros cargaron el féretro y que al momento de llegar a la bóveda se les abrió el cajón y el olor que salió casi los hace perder el conocimiento; que el sacerdote Álvaro Montenegro, de la diócesis de Soacha, rezó un Padrenuestro, un Avemaría y habló de paz; que fue enterrado en la zona del cementerio llamada Jardín de la Esperanza, sección de niños.
Sí. Esperanza. Niños.
Poco después se extendió el rumor de que su tumba había quedado en la bóveda 666. Y de hecho sí hay un 66 arriba de su lápida, que corresponde a la zona, pero el tercer 6 no aparece por ningún lado. (aunque es entendible la conexión del número de la Bestia con quien ahí descansa).
* * *
El lunes pasado, en la mañana, El Apogeo respiraba silencio. Muchas tumbas adornadas, llenas de bombas, cartas, fotos, mensajitos, todo fresco todavía, quizá de la visita dominical.
Algunos obreros por ahí, haciendo arreglos. A uno de ellos le preguntamos por la tumba del 'Mono Jojoy'. Dejó la pala que tenía entre sus manos y contestó:
-No le puedo decir. Nos lo tienen prohibido porque de pronto se la roban. Vienen los de las Farc por su cuerpo.
Terminó la frase y, sin embargo, nos dio unas indicaciones confusas de su ubicación.
Esa misma advertencia se repitió en otros obreros y sepultureros que se iban cruzando en el camino. Por fin, alguno dio las señales exactas.
-Es esa. Donde están las flores -dice, y cuenta que le pusieron lápida muy rápido porque "la Fiscalía dijo que así hay menos riesgo de que se lleven el cuerpo" y luego se retira, como sin querer estar ahí.
En la tumba hay unos girasoles, un ramo de flores amarillas y dos molinetes de colores (quietos, porque no hay viento), semejantes a los que adornan muchas otras tumbas. Hay, también, una mujer y tres hombres. Ya les han rezado a sus muertos y se han acercado allí a curiosear.
- ¿Dónde está el 666?
-¿Y quién le pone flores a este tipo?
Son algunas de las preguntas que se oyen.
-Pues será la gente que le tiene fe. Porque esas rosas amarillas están fresquiticas -suelta uno de ellos.
-Vaya uno a saber si el cuerpo que está ahí sí es el del propio 'Mono Jojoy' -dice la señora, que mantiene un frasco de agua en sus manos.
-Para allá vamos todos. Por muy malo que sea, se merece una tumba -dice otro.
-Yo vine y le prendí esta vela -agrega alguien más y ríe al señalar un cirio casi derretido.
Alguno se arriesga y saca su celular para tomarle una foto a la lápida. Y curiosean sobre los vecinos de la tumba. Hay varios niños y adolescentes cuyas lápidas sus familiares llenan de adornitos.
Pasan los minutos y nadie se retira. Tampoco se aparta de ellos la mirada de dos vigilantes desde el otro lado del muro. Son miembros de la vigilancia del Terminal del Sur, vecino del cementerio, pero parece que los tuvieran cuidando también la tumba del guerrillero.
Poco después llega en bicicleta un hombre de la seguridad privada y advierte:
-Miren esa cámara que está ahí -y señala una cámara precisamente del Terminal-. La cuadraron para grabar al que se pare aquí. Mejor se van.
En menos de tres minutos llega una moto con dos agentes de Policía para cerciorarse de que todo esté en orden y advertir que no se pueden tomar fotos. Los curiosos se dispersan. Vuelven a las tumbas de sus familiares.
* * *
Dicen que el día del entierro, Peralta, el medio hermano del guerrillero, iba en el carro fúnebre que llevaba el cuerpo, pero luego desapareció sin dar declaraciones. Él quería enterrarlo en Cabrera (Cundinamarca), su tierra natal, e interpuso esa solicitud ante la Fiscalía, pero en dos ocasiones sus recursos fueron negados. Las autoridades argumentaron que se ponía en riesgo a la población civil de ese municipio, ante posibles ataques del grupo guerrillero.
Muy poco después de haber sido dado de baja, Medicina Legal comprobó mediante pruebas de ADN que Peralta sí era familiar del guerrillero. Su entierro había podido ser más rápido, pero Peralta insistía en que no fuera en Bogotá, y un fiscal antiterrorismo definió que no podría ser enterrado en otra parte, ni tampoco ser cremado porque debía "estar a disposición de la entidad para eventuales exámenes posteriores". En ese debate anduvieron estos cinco meses.
¿Querrían los de las Farc llevarse los restos del 'Mono Jojoy', uno de los jefes guerrilleros con mayor ascendencia dentro de la tropa?
Pues eso es lo que han planteado las autoridades. Que pueden estar interesados en recuperar su cuerpo para enterrarlo en medio de sus propios homenajes. Por eso, en efecto, se mantiene tanta vigilancia en la bóveda que recibió su cuerpo.
Decir su nombre en El Apogeo es casi enfrentarse al silencio. El administrador del cementerio, Gustavo Gómez, saluda y habla cordialmente hasta cuando se atraviesan las palabras 'Mono Jojoy'.
-¿Está grabando? -pregunta Gómez, y revisa incluso si por ahí aparece una libreta de apuntes abierta. Después cuenta que la ubicación que le dio a la tumba del guerrillero -pegada al muro de la calle, aunque con posibilidades de ser custodiada por las cámaras del Terminal- fue casual. "Dependía de la disponibilidad.
Allá era donde había bóvedas vacías", dice Gómez. Antes de terminar el diálogo y retirarse con afán, agrega:
-Para mí, él es otro paciente más.
Nada especial, mejor dicho, aunque confirma que la Policía ha estado atenta de la seguridad de ese sector del cementerio desde el día del entierro.
* * *
Los lunes, los creyentes visitan con mayor asiduidad el cementerio. Sin embargo, esta mañana, El Apogeo está más bien solo. Apenas se oyen a lo lejos las notas de un vallenato, que vienen acompañando un carro fúnebre y a cientos de personas que caminan detrás. Un obrero levanta la pala con la que le hacía mantenimiento a una tumba y se detiene a verlos pasar.
"Hace cuatro años trabajo aquí", dice sin dejar de mirar. Cuando le pregunto por las tumbas más visitadas, continúa: "Aquí está enterrada la gente de ras con ras, el pueblo. Acá no hay políticos ni gente rica. Ellos están en el norte".
Piensa unos segundos y se acuerda: "¡Olimpo Cárdenas! Claro. Pero, a él, ni los borrachitos vienen a visitarlo".
Cuenta que la tumba del cantante popular ecuatoriano, que murió en Colombia en 1991, está en el sector de La Esperanza, 3A (más o menos vecina de la bóveda del guerrillero), pero permanece abandonada. Sin necesidad de preguntarle, él mismo agrega:
-Ah, bueno, y ahora está el 'Mono Jojoy'; ese sí sabría de cementerios. A cuántos no enterraría en la selva.
FUENTE: www.eltiempo.com