Hace dos años Joaquín López Dóriga narraba en su programa de radio que al entrar a la zona de revisión de seguridad del aeropuerto de la Ciudad de México, se encontró con que la persona de la compañía de seguridad privada que estaba en el punto de revisión, estaba actuando de forma altanera y excediéndose en el trato hacia los pasajeros. Joaquín mostró su inconformidad por el trato que recibió de la señorita de seguridad, quien le respondió “yo soy la autoridá”, a lo que Joaquín respondió “no, usted no es la autoridad, él es la autoridad” señalando a un agente de la Policía Federal que estaba frente a ellos.

El domingo pasado se publicó una nota en un periódico local de la ciudad de León en la que se narraba que los colonos de los fraccionamientos de la zona norte de la ciudad, la más pudiente, estaban invirtiendo en sistemas de video vigilancia y de seguridad para poder prescindir de la Policía Municipal, y ellos mismos hacerse cargo de la seguridad de sus fraccionamientos con cuerpos de seguridad privada.

Yo celebro que quienes puedan reforzar su seguridad, lo hagan, de hecho es una tendencia creciente que los individuos y empresas compren cámaras de seguridad y sistemas que desalienten a la delincuencia a cometer delitos.

Pero querer prescindir de la fuerza pública es otro asunto y es, en mi opinión, un juego muy riesgoso. Vayamos por partes. Hay servicios que nos ofrece el Estado de los que podemos prescindir si es que nuestros medios nos lo permiten, como el caso de la salud y la educación. También podemos reforzar nuestra seguridad personal y la de las personas que nos rodean, mediante empresas de seguridad que las autoridades han aprobado. El asunto con los cuerpos de seguridad privados, así como con las escuelas y hospitales, es que hay unos muy buenos, otros buenos, otros regulares y otros tantos que son malos y muy malos.

Los cuerpos de seguridad “muy buenos”, son esos que conocen sobre los criterios de uso de la fuerza y han tenido entrenamiento táctico, de tiro con armas cortas, largas y no letales, manejo de situaciones con rehenes, manejan sistemas de comunicación avanzados, y tienen equipos de defensa y de soporte muy sofisticados. También tienen un entrenamiento físico supervisado por un preparador físico profesional, y sobretodo, tienen elementos con buenos sueldos.

Ninguno de los cuerpos de seguridad de ningún fraccionamiento de la ciudad es ni remotamente muy bueno. Los elementos de todos los fraccionamientos de la ciudad son gente que están arriesgando el pellejo porque no han tenido otra opción laboral. Reciben una “embarradita” de entrenamiento y reciben sueldos de vergüenza. De hecho, la ecuación riesgo-ingreso es tan desproporcional que los cuerpos de seguridad –o que dicen serlo- tienen una rotación de empleados altísima. No es raro ver a un guardia en la noche en un fraccionamiento y por la mañana verlo en una escuela. Sus funciones son fundamentalmente de porteros y veladores. Tampoco se les hacen pruebas de confianza a éstos elementos (toxicológica, poligráfica, psicofísica, psicológica y socio-económica), pues son muy caras, así que en la mayoría de los casos estamos confiando nuestros patrimonios a gente que tal vez no sea de confiar.

Cuando se hace un análisis de riesgo en su nivel más básico se tienen que contemplar varios escenarios. La preparación para responder a las posibles amenazas se hace en base a los recursos disponibles, tanto humanos (cuántos elementos y qué tipo de entrenamiento tienen) como físicos (equipo y armas disponibles). Esto determinará qué tipo de agresión o amenaza podremos responder con esos recursos y cuáles no. Con lo recursos que tienen los fraccionamientos, la única amenaza a la que podrían responder por sí mismos es tal vez a la de robo a casa habitación y vandalismo dentro de sus linderos.

La pregunta más importante que yo planteo es la siguiente, ¿para qué amenaza se están preparando los fraccionamiento del norte de la ciudad y qué recursos tienen para mitigarlas? El querer prescindir de la fuerza pública requiere más de un millón y medio de pesos en cámaras y monitores. En un escenario extremo, ¿qué pasará el día que 10 Suburbans llenas de delincuentes quieran entrar a la fuerza a Balcones del Campestre o cualquier otro fraccionamiento? ¿Los guardias de seguridad privada les impedirán el acceso, los perseguirán y repelerán la agresión sin llamar a la Policía?

La sola idea de prescindir de la fuerza pública es un planteamiento erróneo de origen, por no decir ridículo. Que hay fallas y decenas de cosas que mejorar en nuestras corporaciones policiacas es cierto, incluso en algunos municipios del país se ha despedido a toda la fuerza pública de un solo golpe para contratar a agentes nuevos. Aunque la Policía de León no es un convento sin duda, estamos muy lejos de tener una policía totalmente corrupta e infiltrada por el crimen.

Podemos reforzar la seguridad alrededor de nuestras personas y propiedades, pero los colonos que viven en esos fraccionamientos que quieren prescindir de la Policía Municipal, deben saber que emprender un proyecto de esa envergadura requerirá enormes aportaciones extraordinarias al pago del mantenimiento mensual, que muchas familias con trabajo pagan a tiempo.

¿Por qué en lugar de querer prescindir de la Policía no se trabaja con ella y se le exponen puntos de vista e inconformidades para que se mejore el servicio? En asuntos como éste, es en los que la sociedad y las autoridades debemos de trabajar de la mano, no jalando cada quien para su lado.

 

FUENTE: impreso.milenio.com