“Puedo informar al pueblo americano y al mundo de que Estados Unidos ha matado a Bin Laden”. Barack Obama ensayó su comparecencia superlativa como presidente norteamericano al filo de la medianoche del lunes, cuando, con voz rotunda y mirada severa, declaraba inaugurada la jubilosa vigilia: “Somos una nación bajo los designios de Dios, indivisible, con justicia y libertad para todos. Que Dios os bendiga y que Dios bendiga América”. Cientos de personas se congregaron presurosos frente a la Casa Blanca para celebrar, con cánticos de “¡U-S-A! ¡U-S-A!” la caída del líder de Al Qaeda, del terrorista más buscado del mundo, del número uno en las listas del FBI y la CIA, del icono diabólico que ha sido aupado en la memoria norteamericana a la altura de Hitler y Stalin. “La muerte de Bin Laden no nos devolverá a los que se fueron, pero fortalece a las víctimas del 11-S en la fe de que se ha hecho justicia”, ha afirmado la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Los detalles de la operación aderezaron los gritos y bailes que prendieron en todo el país regados por el alcohol, con manifestaciones multitudinarias en la Zona Cero de Nueva York e incluso en los estadios de béisbol donde se disputaba la pertinente jornada. Según anunció la cadena de televisión CNN, los Grupos Especiales de la Marina fueron los encargados de ejecutar la operación proyectada por la CIA y rubricada con un disparo en la cabeza de Osama Bin Laden Obama había dado luz verde al operativo el pasado viernes. El coordinador antiterrorista de la Unión Europea, Gilles Kerchove, ha señalado que “en base a la información disponible, las circunstacias de esta difícil operación hacían imposible capturar vivo a Osama Bin Laden”. Durante el asalto al fortín del terrorista en la localidad paquistaní de Abbottabad murieron otras dos personas a sueldo de Al Qaeda, aunque, tal y como confirmó Obama, “no se han registrado víctimas civiles ni bajas estadounidenses”. Bin Laden se escondía en Pakistán, como habían especulado los expertos, pero en lugares menos remotos de lo imaginado. La cueva del terrorista era en realidad una mansión de la ciudad de Abbottabad, una ciudad de 150.000 habitantes erigida 160 kilómetros al norte de Islamabad. Según las informaciones ojerosas de la mañana, el líder de Al Qaeda pasaba desapercibido en esta localidad de tradición militar y, especialmente, humilde. Según informa CNN, Bin Laden residía cómodamente en “una mansión 30 veces más grande que las casas del lugar”, pertrechado tras una opulenta seguridad privada. La intervención de los Cuerpos Especiales de la Marina, desplazados en helicóptero desde una base en Afganistán, desembocó en un tiroteo en el que el saudí fue abatido. Ante la certeza de haber logrado el objetivo, los soldados norteamericanos se adentraron en la balacera para apoderarse del cadáver, gestión que permitió a Obama anunciar al mundo que Estados Unidos se había sacudido su gran trauma de la última década. El anuncio de la cacería se produce una semana después de que la comparecencia de Bern Bernanke (presidente de la Reserva Federal) y la comparación de las economías china y norteamericana hubieran sumido al país en una profunda crisis de autoestima. Los ejecutivos de Wall Street han inaugurado la jornada del lunes con una emotiva ovación y los primeros índices de la Bolsa marcan una tendencia alcista del 0,45%, como antaño correspondía a la embestida, de abajo hacia arriba, del toro que es símbolo de Manhattan y de esta casa. El precio del petróleo ha descendido un punto en el mercado de Londres. Barack Obama, asimismo, transitaba uno de sus índices más bajos de popularidad, con un 37% de ciudadanos que desaprueban “fuertemente” su gestión al mando del gigante mundial, de acuerdo al último informe diario de Rasmussen. Tras su brillante puesta en escena, en la que agradeció al presidente George W. Bush su trabajo en la guerra contra Al Qaeda, la Casa Blanca reveló que Obama se había mantenido en contacto permanente con los presidentes Bush y Clinton durante el fin de semana. Entretanto, el propio Bush, quien sufrió en 2001 los atentados contra el Pentágono y las torres gemelas de Nueva York, en los que murieron más de 3.000 norteamericanos; quien declaró, posteriormente, la guerra mundial contra el terrorismo, concepto concretado en las contiendas de Afganistán e Irak; y quien desde el 11 de septiembre de 2001 ungió a Bin Laden como el criminal más buscado del mundo, se mostró exultante con la noticia y felicitó al presidente Obama por el logro: “Hemos enviado un mensaje inequívoco: no importa cuánto tiempo tome, Estados Unidos hará justicia”. La algarabía por la muerte del demonio particular, cosas de la resaca, ha dado paso a las teorías alternativas que abonan el ámbito de los servicios de inteligencia. La gestión del cadáver hizo el resto. El anuncio de la NBC de que el cuerpo, del que supuestamente se habrían tomado las pertinentes muestras de ADN, ha sido quemado y tirado al mar por las tropas estadounidenses hace las delicias de los lectores de Hammett. La argumentación enarbolada para justificar la desaparición del cadáver, el respeto a la tradición islámica, no hace sino incrementar las especulaciones. Por el momento, las autoridades paquistaníes, que según el Gobierno norteamericano han colaborado activamente en la operación, mantienen un granítico despliegue de seguridad que impide acceder a la zona donde se produjo el tiroteo. En la línea de la conspiración, el presidente de la Comisión Nacional y Relaciones Exteriores del Parlamento iraní, Aledin Boroujerdi, duda de la veracidad de la muerte: “Primero, debo preguntarme por la exactitud de la noticia, ya que Washington ha anunciado lo mismo en el pasado. No parece algo nuevo. Hace diez años atacaron Afganistán y dijeron que su objetivo era luchar contra los autores del 11-S. Si la noticia es cierta, en realidad no han hecho nada grande”. El desenlace de la duda, por el momento, aparece resuelto en la página web Ansar al Muyahidin, en la que Al Qaeda suele publicar sus comunicados. “Le decimos a Obama que no vamos a llorar a Osama, que no vamos a estar tristes por su muerte, no vamos a aceptar el luto por él, no vamos a escribir elegías y os vamos a dejar algunos días para celebrarlo antes de reanudar la guerra islámica contra la herejía”, señala un escrito firmado por Husein bin Mahmud, militante de Al Qaeda, cuyo nombre significa La Célula, en relación a su capacidad para funcionar de forma autónoma sin la posibilidad de ser descabezada o desarticulada. Las represalias del islamismo radical, así como las declaraciones de los publicitados Hermanos Musulmanes en Egipto, que han aprovechado la efeméride para exigir la retirada norteamericana de Irak y Afganistán, y de los palestinos de Hamás, que han calificado a Bin Laden de “mártir de la guerra santa” han obligado a Estados Unidos y a Occidente a redoblar la seguridad ante posibles atentados.
FUENTE: www.intereconomia.com