Estados Unidos está ampliando su participación en la sangrienta lucha que sostiene México contra las organizaciones del narcotráfico, enviando nuevos operativos de la CIA y personal militar retirado a ese país y está considerando planes para desplegar a empresas que proporcionan seguridad privada, con la esperanza de lograr un cambio en este esfuerzo que está costando muchos miles de millones de dólares y que hasta ahora ha dado pocos resultados.
En las últimas semanas, un pequeño número de operadores de la CIA y empleados civiles del Ejército han sido apostados en una base militar al norte de México, en donde –por primera ocasión– los oficiales de seguridad de ambos países trabajan hombro con hombro para recolectar información acerca de los cárteles de la droga y ayudándoles a planear operaciones.
Los oficiales también están tratando de incrustar un equipo de empresas de seguridad estadounidenses dentro de una unidad de veteranos de la Policía antinarcotráfico mexicana.
Los oficiales de ambos lados de la frontera dicen que los nuevos esfuerzos han sido creados para eludir las leyes mexicanas que prohíben que la Policía o un ejército extranjero operen en su suelo, y para impedir que la tecnología de vigilancia estadounidense caiga bajo el control de las agencias de seguridad mexicanas que tienen un largo historial de corrupción.
“Ha habido un enorme cambio en los últimos años respecto a lo efectivo en que se ha convertido el intercambio de inteligencia entre Estados Unidos y México”, comentó Arturo Sarukhán, embajador de México en Estados Unidos.
“Está basado en el entendimiento de que el crimen organizado transnacional sólo puede ser confrontado exitosamente trabajando cercanamente y que el resultado es tan simple como imperioso: vamos a tener éxito juntos o vamos a fallar juntos”, agregó.
Las medidas más recientes han ocurrido tres años después de que Estados Unidos empezara a incrementar su ayuda para la seguridad de México con la Iniciativa Mérida que ha aportado mil 400 millones de dólares y decenas de millones de dólares del Departamento de Defensa.
También llega un año antes de las elecciones de ambos países, cuando el presidente Barack Obama está confrontando cuestionamientos acerca del peligro que representa que la violencia esté traspasando la frontera, y el partido político del presidente Felipe Calderón está enfrentando al electorado mexicano y es casi seguro que le va a preguntar por qué razón continúa librando una lucha que ha dejado casi 45 mil personas muertas.
"La presión va a estar especialmente fuerte en México, en donde yo espero que habrá muchas redadas, muchos arrestos y que van a desfilar muchos narcotraficantes ante las cámaras", dijo Vanda Felbab Brown, una experta antinarcóticos de la Institución Brookings.
"Sin embargo, también se espera que haya muchos cuestionamientos acerca de la Iniciativa Mérida y algunas personas preguntarán por la manera en que se está gastando el dinero, o van a pedirle al Gobierno que se los entregue a los gringos".
México se ha convertido en la zona cero de Estados Unidos en la lucha antinarco desde que sus cárteles empezaron a invadir el mercado y son los responsables de más del 80 por ciento de las drogas que ingresan a Estados Unidos.
En los últimos años, la ayuda estadounidense ha crecido más rápido que en Afganistán y Colombia.
Y en los tres últimos años, dijeron los oficiales, el intercambio de inteligencia entre Estados Unidos y México ha ayudado a las fuerzas de seguridad de ese país a capturar o matar unos 30 narcotraficantes de mediano o alto nivel, comparado con sólo dos arrestos que hubo en los cinco años anteriores.
Estados Unidos ha entrenado a casi 4 mil 500 nuevos agentes de la Policía Federal y a ayudado a intervenir las líneas telefónicas, a controlar a los informantes y a interrogar a los sospechosos.
El Pentágono ha proporcionado equipo sofisticado, incluyendo helicópteros Black Hawk y en los últimos meses ha empezado a utilizar aviones de vigilancia no tripulados sin armamento sobre el suelo mexicano para rastrear a los capos de la droga. Aunque aún es difícil decir que ha habido progreso.
El sistema judicial mexicano sigue muy debilitado por la corrupción que aún en el caso de los criminales más notables no han podido ser procesados exitosamente.
"El Gobierno ha argumentado que el número de muertes en México es una prueba positiva de que la estrategia está funcionando y de que los cárteles se están debilitando", comentó Nik Steinberg, especialista de Derechos Humanos en México. "Sin embargo, la información no es discutible. La violencia está aumentando, los abusos de los derechos humanos se ha disparado y no han podido controlar a los oficiales que cometen abusos y a los presuntos criminales".
Oficiales mexicanos y estadounidenses que están involucrados en la lucha contra el crimen organizado no lo ven de esta manera.
Ellos dicen que los esfuerzos que iniciaron en el Gobierno del presidente Obama tienen unos cuantos años y que es demasiado pronto para hacer un balance final.
Dan Restrepo, el asesor de más alta jerarquía de Obama en cuestiones latinoamericanas, se rehusó a hablar acerca de los cambios operativos de la relación de seguridad, pero dijo, "yo creo que estamos en un lugar fundamentalmente diferente de lo que estuvimos hace tres años".
Un oficial mexicano de alto rango que opinó de manera anónima estuvo de acuerdo.
"Esto es algo innovador para degradar el crimen organizado transnacional", dijo y agregó: "No puede ser una política de dos, tres, cuatro, cinco o seis años. Para que esta medida funcione, tiene que mantenerse a largo plazo".
Varios analistas de seguridad mexicanos y estadounidenses compararon los desafíos de ayudar a la reconstrucción de las fuerzas de seguridad de México y las instituciones civiles -que han estado muy mal desde hace siete décadas bajo un régimen autoritario- con situaciones similares en Afganistán.
Ellos consideran que la lucha de Estados Unidos es junto a un compañero al que necesita pero en el que no confía completamente.
Aunque el nuevo embajador de Estados Unidos en México, quien fue retirado de una asignación en Kabul, Afganistán, dijo que el Gobierno de Obama se molestó con tal comparación, y agregó que la creciente economía de México y su funcionamiento, aunque frágil, sus instituciones lo colocan en ventaja sobre Afganistán.
En lugar de esto, los oficiales de la administración comparan muy frecuentemente los problemas de México con los que empezaron en Colombia hace unos 15 años.
Entre las lecciones más importantes que aprendieron, dicen, es que casi en cualquier lucha contra el crimen organizado, las cosas tienden a ponerse peor antes de que empiecen a mejorar.
Cuando la violencia llegó a su punto álgido el año pasado en la capital industrial de México, en Monterrey, el gobierno de Calderón le pidió a Estados Unidos tener más acceso a su sofisticada tecnología de vigilancia y a sus expertos.
Después de meses de negociaciones, Estados Unidos estableció un puesto de vigilancia en una base militar del norte de México, logrando que Washington fuera más allá de su tradicional papel de compartir información para estar más directamente involucrado y recolectarla.
Los oficiales estadounidenses se rehusaron a aportar detalles acerca del trabajo realizado por el equipo americano que está integrado por menos de dos docenas de agentes de la DEA, oficiales de la CIA y de personal militar retirado del Comando Norte del Pentágono.
Por razones de seguridad, le pidieron a The New York Times que no dieran a conocer la ubicación del complejo.
Sin embargo, los oficiales dijeron que el complejo es parecido a la "fusión de centros de inteligencia" que Estados Unidos opera en Irak y Afganistán para monitorear a los grupos insurgentes y que Estados Unidos podría jugar estrictamente un papel de apoyo.
"Los mexicanos están a cargo", dijo uno de los oficiales del ejército americano. "Es su problema. Nosotros sólo aportamos apoyo técnico".
Los dos países han trabajado cercanamente en numerosas operaciones de alto perfil, incluyendo la investigación en curso del asesinato de Jaime J. Zapata que ocurrió en el mes de febrero, un agente americano de Inmigración y Aduanas.
El jefe de la Policía Federal de México, Genaro García Luna, hizo despegar un helicóptero cinco minutos después de recibir la llamada de ayuda del compañero de Zapata, según dijeron las autoridades.
Luego invitó a los oficiales estadounidenses al centro de inteligencia de la policía -un lugar subterráneo conocido como "el búnker"- para trabajar directamente con las fuerzas de seguridad mexicanas para rastrear a los sospechosos.
Los oficiales mexicanos trasladaron los casquillos recuperados del lugar de los hechos a Washington para realizarles pruebas forenses, también le permitieron a los oficiales americanos realizar su propia autopsia al cadáver del agente y trasladar el auto baleado a Estados Unidos para su inspección.
En otra operación que se llevó a cabo la semana pasada, la DEA y la unidad antinarco de la policía colaboró en una operación que condujo al arresto del narcotraficante José Antonio Hernández Acosta, alias "El Diego".
Las autoridades creen que es el responsable de cientos de muertes en la fronteriza Ciudad Juárez, México, incluyendo los asesinatos de dos empleados americanos del Consulado de Estados Unidos en este lugar.
Aunque los oficiales de campo de la DEA no estuvieron en el lugar de los hechos -ya que los mexicanos siguen pintando su raya- los estadounidenses les ayudaron a conseguir pistas y estuvieron en contacto con la unidad mexicana casi cada minuto de la persecución que duró cinco horas, de acuerdo a un funcionario americano de alto rango que está en México.
Esta unidad, que consta aproximadamente de 50 oficiales, está enfocada en otro plan potencialmente importante que aún no ha sido aprobado.
Varios ex oficiales de la DEA dijeron que los dos países están considerando una propuesta para incrustar un grupo de seguridad privada -incluyendo a agentes retirados de la DEA y a ex oficiales de las Fuerzas Especiales- dentro de una unidad para realizar una academia de entrenamiento que podría ofrecer una guía para realizar operaciones para que los sospechosos puedan ser llevados exitosamente ante la corte.
Los fiscales mexicanos también podrían trabajar con esta unidad, dijeron los americanos.
Sin embargo, un oficial americano que aplica la ley y que está familiarizado con la unidad la describió como una buena manzana en un barril de manzanas podridas. Agregó que tendría su base en un complejo con docenas de otros oficiales no veteranos, que proporcionarían una ventana para los desafíos que la policía mexicana continúa enfrentando.
A algunos de los oficiales mexicanos no les han dado armas y aquellos que las tienen han sido adecuadamente entrenados para usarlas. Además les pidieron que pagaran de su propio bolsillo sus cascos y los chalecos anti-balas. Durante una intensa balacera en contra de uno de los cárteles más peligrosos de México, tuvieron que comunicarse a través de un teléfono celular porque no les han dado radios de la policía.
"Es algo impactante", dijo Eric Olson del Centro Woodrow Wilson. "México está aprendiendo apenas cómo luchar contra el crimen en medio de una gran ola delictiva. Es como tratar de ensillar un caballo mientras corre el Derby de Kentucky".
FUENTE: www.diario.com.mx