En todo el mundo, ningún país posee tanto personal de seguridad privada en relación con el total de sus fuerzas de seguridad estatal
Según estadísticas oficiales citadas en reportes de prensa, más del 90% de los crímenes se queda sin resolver
La ola de violencia que mantiene en zozobra al sufrido pueblo guatemalteco cobró la vida del cantautor argentino Facundo Cabral. En una emboscada, en la madrugada del sábado 9 de julio, una banda de sicarios asesinó al artista y dejó gravemente herido al empresario nicaraguense Henry Fariñas, propietario de clubes nocturnos. Según las autoridades guatemaltecas, el blanco del asalto no era Cabral sino Fariñas, a quien atribuyen deudas pendientes con el cartel mexicano de Sinaloa, que ha hundido sus garras criminales en la región.
Fue así cómo el popular intérprete de sentimentales tonadas de paz y amor devino en víctima circunstancial de un ajuste de cuentas entre figuras del crimen organizado. Un asesinato más en una cadena de hechos cruentos que, por desgracia, se han tornado rutinarios en una bella nación que cada día se hunde más en la violencia. Ya a estas alturas, Guatemala es uno de los países más violentos del planeta.
La tasa anual de homicidios por cada 100.000 habitantes, hasta hace tres años, era de 50, superada solo por Honduras (58) y El Salvador (52). Sin embargo, algunos analistas estiman que el saldo guatemalteco es bastante más alto. Así, un estudio de la ONU y el Banco Mundial señaló que para el 2009 el número era 64, cuatro veces el de México. Pero, además de la escalada en la cantidad de homicidios, no menos desconsolador es el hecho de que, según estadísticas oficiales citadas en reportes de prensa, más del 90% de los crímenes se queda sin resolver. Este desenlace ha dado pie a la afirmación de que Guatemala es el lugar óptimo para cometer un asesinato sin ser culpado.
Comentarios de esta índole dejan entrever la facilidad con que se puede contratar asesinos en Guatemala. De hecho, ya se han escrito libros sobre esta preocupante realidad. Uno de los más comentados es El arte del asesinato político, del guatemalteco Francisco Goldman, en el que detalla la conjura de los militares para matar al obispo Juan Gerardi Conedera, en 1998. Dicho religioso y activista de los derechos humanos dirigió la elaboración de un informe de un grupo católico sobre la suerte de 52.000 víctimas de la guerra civil que, en su gran mayoría, murieron a manos de los militares. También, más recientemente, un amplísimo artículo de David Grann, en la revista The New Yorker, y que será parte de un libro que está por publicarse, narra con lujo de detalles el homicidio del abogado guatemalteco Rodrigo Rosenberg, por sicarios contratados al efecto.
La abundancia de mano de obra apta para eliminar a los contrarios se ha hecho patente en la actual campaña electoral. Guatemala se prepara para celebrar comicios presidenciales, legislativos y municipales, además de elegir representantes al Parlamento Centroamericano, el próximo 11 de septiembre. Hasta la fecha, ya se registran 32 asesinatos de personas involucradas en la campaña política. Conforme dio a conocer el procurador de Derechos Humanos, la presente jornada arroja cinco muertes más que el período correspondiente del 2007. Candidatos a alcaldes y hasta integrantes de juntas electorales locales han perdido la vida en un ciclo que no hace distingos de partido ni ideología. Cabe señalar que el favorito en las encuestas para la Presidencia es el opositor Otto Pérez Molina, un exmilitar.
En las circunstancias prevalecientes, no sorprende que Guatemala, en relación con el total de sus fuerzas de seguridad estatal, posea el mayor número de personal de seguridad privada en todo el mundo. Un informe recién publicado del Instituto de Estudios Internacionales y de Desarrollo, en Ginebra, analiza cómo Guatemala, con 19.900 policías, tiene 120.000 agentes privados. Le sigue en Centroamérica Honduras, con 12.300 oficiales estatales y 60.000 privados, y así en orden descendente Nicaragua, Panamá, Costa Rica y El Salvador. El informe también destaca la expansión de la industria de la seguridad privada en todo el mundo, al punto que hoy emplea no menos de 20 millones de personas.
Una observación interesante del Instituto es que Latinoamérica, y en especial Centroamérica, aparte de registrar los niveles de violencia más altos del mundo, tiene fuerzas privadas que disponen de arsenales ultramodernos, muchas veces más adelantados que los de los órganos estatales.
Mediciones de esta naturaleza son sin duda muy reveladoras y proporcionan una perspectiva adicional sobre nuestros problemas. Sin embargo, lo que estos indicadores no explicitan es el trasfondo socioeconómico del cual se derivan el alfa y omega de la realidad que vivimos. No es accidental que la región con la mayor desigualdad, peor que la de África, sea también la más violenta del planeta.
En el fondo, esto significa que poco avanzaremos en la lucha contra el crimen sin desplegar esfuerzos mucho mayores en el ámbito social. Sin educación, sin pan ni salud, difícilmente se podría derrotar al crimen. Sin un ámbito de libertad que permita y aliente la creatividad individual y el espíritu emprendedor, difícilmente se podrá alcanzar la paz social.
FUENTE: www.nacion.com