Especiales |17 Dic 2011 - 9:00 pm
Yo estuve en...
La liquidación del DAS
El último director del controvertido organismo de seguridad y su versión personal de uno de los escándalos del año.
El 18 de enero de 2009 recibí una llamada de Palacio de Nariño para citarme allá. Salí de mi oficina en la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada a donde había llegado en septiembre de 2006 nombrado por el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. El motivo de la llamada era para ofrecerme la Dirección del DAS. Entré al DAS como director el 23 de enero de 2009 a las 8 de la mañana. A las 4 de la tarde del 31 de octubre de 2011 salí de las oficinas de Paloquemao siendo el director en propiedad número 26, uno de los 8 directores civiles y el último de su historia.
Fueron los 33 meses más intensos y difíciles de mi vida profesional. Esa tarde iba a anunciar con el presidente Santos la liquidación de esa entidad y la creación de toda una estructura institucional que asumiría las funciones que hasta ese día había prestado el DAS a Colombia por 58 años exactos, pues ese fue el día de su último aniversario. Mucho se había hablado de la necesidad de reformar esa entidad. Se dieron varios procesos de reforma en el pasado, pero fueron limitados en su alcance. Muchos estudios se habían hecho. Encontré 4 de los últimos 10 años. No era un problema de diagnóstico, era un problema de decisión política y de capacidad gerencial. Una entidad con tantas funciones disímiles se fue volviendo un caballo difícil de domar, con deficiencias en los controles y con algunos incentivos perversos para los funcionarios.
Valoro los esfuerzos de Andrés Peñate en Controles y en Contrainteligencia Interna que impuso a su llegada al DAS. Al compararnos a nivel internacional, el DAS hacía lo que en cualquier país hacen 4 o 5 entidades (inteligencia, contrainteligencia, investigación criminal, extranjería, certificado judicial, protección de personas e Interpol). Mantuvimos por más de dos años consultas con muchas agencias internacionales, de las cuales se sacó lo mejor. Era claro que se necesitaba una nueva estructura institucional. Pero llegar de las ideas a los decretos de supresión y de creación de las nuevas entidades fue un camino tortuoso. Desde mi llegada tenía el mandato claro del presidente Uribe de reformar la entidad. Para él no tengo sino agradecimiento como colombiano y certeza de que nunca recibí sino órdenes para combatir la delincuencia. Pero la reforma estaba en el medio de un escándalo mayor y después de una reunión con organismos internacionales él tomó la decisión de liquidar y no reformar la entidad, anuncio que hizo en el Gimnasio Moderno esa tarde. Los pormenores de esa reunión están a la luz pública en lo que este diario ha revelado de los Wikileaks.
Me enteré por los medios de la decisión. Desde ese momento se inició un proceso humanamente muy difícil con la gente en el interior de la entidad y muy polémico en otros escenarios. Se presentó un proyecto de la ley para reformar el DAS, el cual, a pesar de la voluntad del presidente y de la decisión de mi equipo, no se aprobó. Nos quedamos como DAS solos en el propósito. Me acuerdo lo que en ese momento me dijo un senador de la oposición: “…Director, esto no se lo van a aprobar en medio de estas peleas políticas, no se desgaste que además acá no hay nadie más del Gobierno con usted…”. Llegado el nuevo gobierno, me ratifica en el cargo, gesto que agradezco mucho al presidente Santos, y toma la decisión de emprender una reforma grande del Estado dentro de la cual estaba el DAS. Se presenta la Ley de Facultades al Congreso, que con el liderazgo de la consejera de Buen Gobierno y de la gente de Función Pública, y con un debate serio y ponderado en el Congreso, finalmente es aprobada y sancionada. Para finales de octubre debía estar lista la reforma. Mi mayor satisfacción es que se dio sin masacre laboral.
Nadie olvida que el proceso de diseño de toda la reforma del DAS se dio en medio de un debate muy complejo por el escándalo que se ha denominado de las ‘chuzadas’. Sólo 20 días después de estarme acomodando en la silla de director estalla en medios y desde ese momento y hasta el último día hubo más de 140 visitas y decisiones de todas las autoridades: el CTI de la Fiscalía, Corte Suprema de Justicia, Procuraduría General, Dijín y Contraloría. A todos se les prestó toda la colaboración y esa fue mi instrucción inequívoca, porque tengo la firme convicción de que se debe saber la verdad del tema sin ningún atenuante, pero sin ninguna exageración.
El escándalo tuvo eco internacional y por ello tuve que atender y explicar el tema ante la Oficina del Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, ONG internacionales, los cuatro relatores de la ONU que visitaron Colombia, en sesiones en la CIDH de la OEA, en el Parlamento Europeo, en el Departamento de Estado, en Ginebra en la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos, entre muchos otros. A nivel interno el Congreso ejerció su control político y allí estuve en tres duros debates. Y, además, no hubo un día en que no atendiera un medio de comunicación nacional o internacional, que ejercieron su función sin descanso.
Al mismo tiempo que se desarrollaban las investigaciones y que trabajábamos en la reforma, debía la entidad seguir cumpliendo sus funciones. Se hizo un esfuerzo en la atención al ciudadano; hoy siete de cada diez ciudadanos expiden gratuitamente su certificado judicial en línea, además negociamos con todas las concesiones aeroportuarias mejores condiciones para el servicio de migración. Son más de 20.000 colombianos a los que el DAS atiende cada día. Aprendí con unos maravillosos funcionarios temas de inteligencia y conocí el país en consejos de seguridad aportando lo que los del DAS producían en inteligencia y en investigación criminal.
Colombia debe gratitud a la inmensa mayoría de funcionarios de esa entidad que, puedo dar fe, son gente de bien. Esto lo digo con la tranquilidad de que también ejercimos con rigor los controles. Más de 120 funcionarios separados de la entidad por facultad discrecional. Al final de este proceso, lo importante no es un relato de recuerdos en primera persona, sino que conté para este periplo con un equipo directivo inmejorable desde lo humano, intachable desde lo profesional y con enorme resiliencia y aprendí mucho de los alrededor de 6.000 funcionarios que había en esa entidad, a quienes me honré en liderar.
Las nuevas entidades que se crean y que asumen funciones del DAS, como la Agencia de Protección, la Unidad de Migración, el paso de personal y equipos a la Fiscalía, la Policía asumiendo funciones de identificación y el DAS en supresión tienen como soporte un trabajo serio para que en el marco del Gobierno de la Prosperidad Democrática cumplan el objetivo del presidente Santos de unas entidades más cercanas, más visibles y más eficaces. El 1° de diciembre de 2011 recibí una llamada de un periodista de El Espectador. Pensé con algo de angustia: “¿Qué pasaría ahora…?”. Era para pedirme que si podía hacer una nota sobre mi experiencia de haber estado en la liquidación del DAS. Acá está algo de este proceso.
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